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He conocido a varias personas que quieren adquirir el hábito de la lectura, pero no logran agarrar el amor a los libros. Les parece aburrido, no le ven sentido a leer, no saben cuál libro comprar… Son muchas las razones que me han dicho.
Sin embargo, cada vez que les pregunto a esas personas sobre cómo leen, cuáles libros compran, qué género les gusta, me doy cuenta del porqué piensan que no les gusta leer: no se conocen como lectores.
Es importantísimo —sobre todo en esa primera fase de crear el hábito— que sepamos cuáles son nuestros géneros de preferencia, saber cuáles son nuestros momentos ideales para leer, cuál es nuestro ritual de lectura. Si no lo hacemos, entonces caeremos en el ciclo eterno de dejar los libros a un lado.
Aquí te cuento tres errores que impiden que te enganches con los libros, no solo para evitar caer en ellos, sino para que puedas conocerte como lector o lectora.
Es común que las personas que no tienen un hábito de lectura escojan sus libros por las recomendaciones de otras personas conocedoras del tema. Clásica es la escena donde alguien que no sabe nada de este mundo le comenta a una amiga lectora sobre su interés en los libros y le pide alguna recomendación para adentrarse en la literatura. Pero da la casualidad que la amiga tiene gustos diametralmente distintos, por lo que esta persona termina abandonando el libro a la que tanta esperanza le tenía.
La razón es sencilla: lo que a unos les gusta, no necesariamente les gusta a los otros.
Cada quien tiene sus propias preferencias, cada quien tiene su propia sensibilidad hacia ciertos temas. Incluso hay temas repetidos entre muchos autores con características narrativas distintas, y esto es lo que explica que sientas inclinación hacia unos escritores y no otros, a pesar de ser del mimo género. Por eso, la próxima vez que quieras comprar un libro pregúntate primero qué tipo de lector o lectora eres, qué géneros te gustan, qué estilos te llaman.
Una manera fácil de identificarlo es analizar la series de televisión que consumes casi compulsivamente o las conversaciones a las que siempre recurres. Si te gustan las series de suspenso, entonces compra una novela negra; si te gusta hablar sobre la política de tus país, entonces compra un libro de análisis político; si eres una persona existencial o profundamente reflexiva, entonces autores franceses como Sartre o Camus pueden ser de tu agrado. Todo es cuestión de observarte para poder deducirte. Descubrir tus fibras sensibles te ayuda a trazar un puente entre los libros y tú.
Leer antes de dormir, leer cinco minutos antes de salir a trabajar, leer en locales con mucho ruido no son buenos momentos ni lugares de lectura para una persona nueva en este hábito. Los cafés concurridos tienen muchas distracciones que te van a sacar de la lectura. Leer en la cama al final de día seguro te dará sueño. Leer rápido antes de salir a trabajar va a impedir que te metas en el libro.
Yo sé que las personas como yo, entusiasta de los libros, aconsejamos abrir un espacio a lo largo de la semana para dedicarle a la lectura; pero ese momento no es el residuo de tu rutina. Esos momentos destinados a los libros tienen que ser espacios creados y pensados para tener una buena calidad de lectura. Si tu estrategia es leer en la cama después de un día agitado, entonces lo más seguro es que caigas en la comodidad de las cobijas y al día siguiente no te acuerdes de las palabras que leíste.
Esos momentos dedicados a los libros no tienen que ser ni muy largos ni muy elaborados. Solo necesitas de un espacio cómodo, con poco ruido y con pocas distracciones. Trata de crear una atmósfera agradable. Puedes colocar música suave de fondo, tomarte alguna bebida, comer un postre… Y hazte el inmenso favor de alejar tu celular, ya que es el principal distractor de la actualidad. El tiempo tampoco tiene que ser muy largo, puede ser diez o quince minutos de lectura; lo importante en este aspecto es comprometerte con la causa de dedicarle tiempo de calidad al libro.
A pesar de esta idea romántica de leer en cafés, pocas veces lo hago por el ruido que normalmente hay en ellos. La verdad es que yo prefiero leer en el sofá de mi casa con una taza de té u otra bebida caliente. Algunas veces enciendo una vela y coloco jazz de fondo. Otras veces lo hago junto a una copa de vino. Lo importante para mí es crear un ambiente propicio que me facilite conmoverme con las palabras.
Los libros influyen en nuestra vida.
Los libros nos cambian la manera de entender el mundo, nos amplían el panorama mental. Lo libros nos enseñan alguna habilidad, nos explican teorías, nos muestran los sentimientos. Los libros nos invitan a repensar nuestros prejuicios y nuestra vida. Todo esto es el regalo más grande que nos da la literatura y lo que le da sentido a leer 300 páginas.
Así que si lees y no llevas esa lectura a tu vida, muy seguramente vas a sentir que estás perdiendo tiempo. Porque efectivamente lo estás perdiendo. Por eso, cada vez que leas pregúntate qué es lo que te está dejando el libro, qué te está mostrando que antes no habías visto. Estas preguntas son básicas y las respuestas no tienen que ser complejas: un libro de política te permite entender de manera más crítica la política de tu país; un libro sobre productividad te ayuda a identificar esos hábitos que te impiden ser más eficiente; una autobiografía puede ser una oportunidad para repensar en las inflexiones de tu vida.
Mis libros favoritos son los autorreferenciales —memorias, biografías, autoficción—, precisamente porque me permiten entender la realidad desde la mirada de otro. Y este ejercicio me permite ampliar mi panorama mental, tener otros puntos de referencia que enriquezcan mi realidad, y que inevitablemente afectan mis decisiones y la manera en cómo me muevo y siento el mundo.
Ahora que eres consciente de estos tres errores, te invito a que le des otra oportunidad a la lectura. Averigua cuáles son tus temas sensibles, compra un libro teniendo en cuenta esos temas, pon música suave, sírvete un vino o un café y lleva la lectura al siguiente nivel: a tu vida.
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