El extranjero, de Albert Camus

El extranjero es posiblemente el libro más famosa de Albert Camus. Una breve novela de 120 páginas (en la edición de Random House, 2021)  que puede engañarte con su lenguaje sencillo y su aparente falta de profundidad.

En el libro, nos encontramos con Meursault, un hombre cuya reacción ante la muerte de su madre resulta notablemente indiferente. A lo largo de la novela, su desinterés hacia las diversas situaciones que enfrenta se convierte en una constante. Esta actitud culmina en un acto atroz (no revelaré cuál para evitar spoilers), por el que es sometido a juicio. Sin embargo, el juicio no se limita al crimen cometido, sino que también se centra en su actitud indiferente hacia la vida, algo que resulta inaceptable para la sociedad.

Lo sorprendente es que, incluso ante la posibilidad de una condena severa, Meursault no muestra arrepentimiento por sus acciones; ni siquiera parece comprender el alcance de lo que hizo. En lugar de eso, experimenta un temor hacia el castigo, pero no un verdadero remordimiento. Al final de la novela, observamos cómo el personaje acepta la irracionalidad de la vida y encuentra una forma de paz en su situación al reconocer el sinsentido de la existencia.

MEURSAULT, EL HOMBRE ABSURDO

Desde mi punto de vista, Meursault es el hombre absurdo que Camus retrata en El mito de Sísifo. Para este autor, el hombre absurdo no busca teorías que expliquen lo irracional de la vida, sino que vive en y a pesar de esa irracionalidad. Esta característica lo vemos en el comportamiento y en la voz de Meursault. Su diálogo es meramente informativo. Ningún tipo de situación, por esperanzadora o dolorosa que sea, lo motiva a reflexionar, a buscar algún sentido de lo que acontece. De hecho, a lo largo del libro, este personaje presencia escenas de violencia y de injusticia a las que responde desde la neutralidad. No se inmuta al ver el dolor ajeno, como tampoco trata de evitarlo. Está en el mundo desde la distancia de un extranjero. El absurdo no lo atormenta.  

Mientras leía el libro, tenía la sensación de que Meursault era como un animal: respondía solamente a sus instintos. Era sensible al clima, al cansancio y a sus impulsos sexuales. Su objetivo en la vida era calmar su ansia animal; por lo tanto, lo único que lo intranquilizaba era no poder saciar esas ansias. El calor, el aburrimiento, las largas caminatas, lo conmocionaban a tal punto que, hacia la mitad del libro, lo llevaron a cometer un acto atroz, sin ninguna señal de remordimiento.

Este punto me lleva a otra característica: Meursault se sitúa a un lado de la moral. Al igual que el hombre absurdo de Camus, no da explicaciones de sus actos. Mide sus acciones no por lo moral, sino por las consecuencias que le pueden traer. Así vemos que, después de cometer este acto atroz previamente mencionado, Meursault no muestra arrepentimiento. A pesar de que el mundo le exige motivos y explicaciones de lo que lo llevó a hacer lo que hizo, él solo responde con una sensación de aburrimiento. No entiende la indignación de los otros. La situación no lo lleva a profundizar en su conducta ni a hacer un examen de consciencia. Por lo contrario, le aburre la sorpresa de los otros. Le aburre que le exijan razones que él no tiene y que tampoco le interesa buscar.

Hacia el último capítulo del libro, al protagonista le espera un castigo severo. Al igual que Sísifo, no puede escapar de su condena. En un principio responde con miedo, con un deseo de que ocurra lo inesperado que le permita evadir las consecuencias. Pero, al final, Meursault encuentra paz en el pensamiento de que la vida es absurda, de que nada, ni la religión misma, podrá remediar lo irracional de la existencia. Así que, al igual que Sísifo, decide asumir su sentencia con dignidad. El único deseo que le queda es que muchos espectadores asistan al castigo que le toca pagar.

EL PELIGRO DEL SINSENTIDO

Confieso que después de leer El mito de Sísifo y de navegar en el concepto de lo absurdo de Camus, tenía una especie de sabor amargo al pensar que, para este autor, la vida era sencillamente eso, un sinsentido al que no teníamos que buscarle algo más. Para mí, esta escena ponía en entredicho muchos temas importantes, como la moral, la convivencia en sociedad, la felicidad y la pasión por la vida misma. Luego, al leer El extranjero no podía reconciliarme con la idea de que para Camus el hombre absurdo era lo que representaba Meursault: un ser inmerso en sus propios instintos, condenado a una vida en solitaria y sin pasión. Y lo que más me inquietaba era que había un vacío entre El extranjero y La peste, una novela que, sin negar el absurdo, deja una mensaje de esperanza hacia el porvenir y el ser humano. Así que decidí buscar alguna chispa que me ayudara a reconciliarme con Camus, y la encontré en su hermoso texto “La crisis humana”, una conferencia que dictó en Estados Unidos, en 1946.

Palabras más, palabras menos, en esta conferencia el autor habla sobre el peligro del sinsentido y la falta de valores en la sociedad. No estamos hablando de un sentido religioso ni de unos valores conservadores, sino de valores que nos unan en sociedad, como la honestidad, la solidaridad y el respeto a la vida de los otros (de esto se trata su novela La peste).

Supongo que Camus, al presenciar los horrores de la guerra de primera mano, se dio cuenta de los peligros que trae una sociedad ensimismada y sin algo que los guiara en la vida. O por lo menos esto es lo que yo veo en su discurso:

“Porque si no se cree en nada, si nada tiene sentido y si no se puede afirmar ningún valor, entonces todo está permitido y nada es importante. Por lo tanto, no existe ni el bien ni el mal y Hitler no estaba ni equivocado ni acertado”.

“Todo es lo mismo. Y como pensamos que nada tiene sentido, tuvimos que concluir que el hombre que triunfa tiene la razón”. 

Me atrevería a decir que en toda la obra de Camus el sentido de la vida es un cuestionamiento latente, solo que los años y la madurez le van dando una mirada diferente. En sus primeros libros, El extranjero y El mito de Sísifo (ambos fueron publicados en 1942) se retrata la primera fase de lo absurdo, con una visión quebradiza de la vida. Luego, en su libro La peste (1947) y en la conferencia “La crisis humana” se ve un movimiento en el pensamiento del autor: la vida ya no es simplemente absurda, sino que, a pesar de ese sinsentido, como seres humanos debemos apoyarnos en unos valores y en unos significados que nos unan como sociedad. De lo contrario, caeríamos en un nihilismo. De lo contrario, todo estaría permitido y matar al otro sería aceptable. Si no se consigue algo que nos permita considerarnos como iguales, como seres humanos que merecemos respeto y dignidad, se impondrá la ley del más fuerte y, como dice en “La crisis humana”, el mundo se dividirá en amos y esclavos.

 

 

Camus escribió en su diario “Si quieres ser filósofo, escribe novelas”, y efectivamente esto fue lo que hizo él. Las novelas son las imágenes de su pensamiento filosófico. En El extranjero vemos el reflejo de lo que se expone en El mito de Sísifo.

Así que si decides leer la novela El extranjero y si quieres entender el argumento filosófico que tiene de fondo,  te recomiendo que también leas El mito de Sísifo. Y si, como yo, quieres profundizar aún más y trascender su teoría de lo absurdo, entonces te motivo a leer el artículo “La crisis humana” y su novela La peste

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